La teoría del caos, el bingo, y el azar como amigo de la ciencia

La teoría del caos, el bingo, y el azar como amigo de la ciencia

Sabemos que la “Teoría del caos”, postula que mínimos y aparentemente inocuos hechos y acciones podrían tener efectos colosales en un futuro indefinido, pero de ocurrencia segura.

Es el famoso “efecto mariposa”, según el cual el aleteo de una mariposa en un extremo del mundo podría desatar huracanes en el otro. Y aunque no lo creas, nuestro popular Bingo, y por supuesto su versión virtual, el video bingo, está muy relacionado con tan sesuda elucubración.

Quién fue el padre del caos

Durante muchos siglos, el universo era analizado según las leyes que descubrió Isaac Newton, cuyo postulado más importante es que si se conoce el estado de un elemento determinado, es posible y relativamente fácil saber cómo se comportará a lo largo del tiempo.

Pero en 1961, el matemático y meteorólogo norteamericano Edward Lorenz descubrió que un ligerísimo error en su modelo matemático para predecir el clima hizo que todo su esquema se derrumbara. Y las consecuencias reales sobre el clima eran imposibles de calcular. En 1971 publicó un célebre artículo, que postulaba que por precisas que sean las predicciones sobre algo, siempre hay un resquicio por donde lo imprevisto puede colarse y alterarlo todo. O sea que introdujo la IMPREVISIBILIDAD en las apreciaciones del universo que se hacían hasta entonces. No todo es predecible; en realidad, NADA lo es del todo.

El universo sigue comportándose según las relaciones causa-efecto newtonianas. Pero eso no quiere decir que siempre lo haga. Porque nunca está cerrada la puerta a los fenómenos caóticos, ínsitos en la naturaleza y que gustan burlarse del viejo y venerado Newton.

¿Qué tiene que ver el Bingo con esto?

Buena pregunta. Sucede que el querido Bingo es un juego de azar puro, porque no existe ningún otro elemento interviniente más que el propio azar, nunca la habilidad. Es el juego que más concuerda con la teoría del caos; no hay previsibilidad alguna, ni puede haberla, en el orden en que aparecen los números, sea en su versión tradicional o en el video Bingo, que utiliza software para que la aleatoriedad y la imprevisibilidad sean absolutas.

Sin duda, los italianos de hace 500 años (que se supone que inventaron el juego por ese entonces, aunque algunos dicen que ya se jugaba en el Imperio romano) no imaginaron esto. Ni el legendario Edwin Lowe, el polaco-norteamericano que lo hizo popular (y el Bingo lo hizo millonario a él) supusieron que fuera la mejor representación de una teoría que vino a revolucionar las herramientas intelectuales para entender todo lo que existe.

De hecho, un azaroso evento fue el que unió a Lowe con el Bingo, cuando lo conoció, con el nombre de “Beano” (tergiversación de “Bean”, o poroto -frijol-, la legumbre que se usaba para indicar los aciertos) en 1929.

Esta es una buena prueba de que el caos, también en sus formas más amables y divertidas, puede estar presente en nuestras vidas, lo sepamos o no.

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